miércoles, 4 de marzo de 2009

A JOSÉ DAMIÁN PERONA


"¡Usted necesita un psicólogo de la Sintáxis!",nunca olvidaré estas palabras, y qué razón tenía,los pilares de esa asignatura estabam resquebrajados y a punto de derrumbarse a cada momento,la culpa, en parte, del mal profesorado que nos explicaba tan "agudamente" que para localizar el complemento directo en una frase había que preguntarle al verbo "¿qué cosa?",¡qué a gusto se quedaron con sus "magistrales". clases de Sintáxis!.La otra parte de culpa la tuve yo al no preocuparme en bucar por mi cuenta los conocimentos necesarios, por no querer empezar a indagar en lo que estudiaría en unos años. Dudar de si está en lo cierto lo que el profesor te dice, aunque a esa edad ¿quién va a sospechar la ineficacia y erroneidad de los conocimentos de un docente?. No tengo escusa.
El día en el que "el Perona" empezó a dibujar sus "aliens"(llamados así por él) en la pizarra creí que estaba empezando a estudiar una lengua no menos complicada que el chino mandarín, toda la Sintáxix que yo conocía no tenía lugar en su pizarra llena de flechas y redondeles que simplificaban el complemento directo a un simple Q2, un árbol que empezaba desde el verbo y crecía y se expandía en diferentes ramificaciones que a mi se me perdían en el infinito.

Tuve la valentía de ir a su despacho para intentar solucionar la grave enfermedad contagiada en la secundaria por un/a profesor/a inepto/a en su trabajo. Durante semanas me iba dando frases para que analizara de la marciana forma que lo hacía él, lo que suponía doble trabajo para mi, por un lado, arreglar los desperfectos del pasado, por otro, reflejar el anális de otra manera.
Un día me vio preparada para hacer el exámen ya que sólo fallaba en los Q2, ahora se me hace impensable, así que , entre los dos, pusimos fecha a mi exámen.

"¡Usted necesita un psicólogo de la Sintáxis!",concluyó después de mi respuesta a la pregunta "¿cuál es el sujeto?", estaba tan segura de que me preguntaría por lo que peor se me daba que me puse a buscar como una loca el sujeto, su mirada se iba haciendo cada vez más crítica y yo perdida entre palabras sin encontrar al tal sujeto,claro, cómo iba a encontrarlo, resultó ser una impersonal que no pude ver debido a mi extremada confianza y, sin pensarlo dos veces, señalé lo primero que se me antojó, al mismo tiempo que iba resbalando lentamente por la silla queriéndo que se abriera un enorme agujero bajo mis pies que me tragara para siempre. Fue entonces cuando la famosa frase estalló en su boca. "Yo creíque, yo penseque" se me pasó por la cabeza, con falso orgullo me levanté y me dirigí hacia la puerta, no sin antes decir como quien ha sufrido una grave afrenta y decepción, "gracias por arruinarme las navidades"; en ese momento su expresión se hizo más dura y sus cejas se arquearon hasta lo imposible, entonces me sermoneó con muchas verdades que se mezclaron en mi mente con la tristeza y la rabia .Dí un portazo al cerrar y pensé que ya nunca volvería más.
Al cabo de algunos días, y por acompañar a una amiga, me vi de nuevo en el pasillo en donde estaba su despacho, con pocas ganas de encontrármelo;miraba de un lado a otro con el temor de que apareciera de repente, y así pasó,me quedé como un bloque de hormigón y sin saber qué decir, y él lo solucionó todo con una palmadita en la espalda y una sonrisa seguida de un "¿se te ha pasado ya el enfado?".

Esta es la historia de una frase que forma parte de mi vida, aunque me dejo lo mejor, la gran admiración que le tenía.
Para mi, para siempre:los consejos, los libros, café y cigarrillo, las risas,...

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